“Abrí su ventanita. Pensé 32, 33 segundos.
Pensé en todo lo que le quería decir y no sabía cómo. Me acordé de su mueca
antes de reír, frunciendo los labios; del día que intenté cocinarle y se me
quemó todo, y de los besos lindos que me había dado. Lloré un poco, ahí, frente
a la computadora. Un poco nada más. Casi nada. ‘Tengo ganas de cagarte
a mensajes, de que nos quedemos idayvuelteando hasta las mil y una,
manijeándonos, diciéndonos cualquier cosa.’ escribí. Así, sin hola,
sin nada. Y borré.”
Y mientras me contás esto, yo te miro. Te
estoy mirando y seguro te cague a trompadas en cualquier momento, un poco
porque me estás partiendo en dos y otro poco porque no sé qué hacer para
tocarte, sentirte. Y vos me decís que te hago bien, como si fuera un halago. Me
estás tratando de morfina.
Me gusta que me necesites, sí, pero
necesítame de otra forma. Necesitame como yo a vos. Enfermate conmigo. Flasheá
sarpado y cualquiera.
“Me puso nervioso verla conectada. Pero si
se desconecta me muero. Maquino con que volvió con el ex, que se fueron a vivir
juntos, todo.”
No paro de mirarte. Te escucho y todo,
pero por los ojos. Este año, cuando me toque soplar las velitas, voy a pedir
que te vuelvas loco como yo, y conmigo, así te puedo contar la cantidad de veces que te imaginé
diciéndome “quedate a dormir”, o cómo no te dejaría terminar de hablar y
te daría besos de sopetón. Qué buena palabra sopetón. Podría
mostrarte, también, mi lista de palabras preferidas.
Me gustás tanto que me agota, siempre lo
pienso. Una vez dijiste “si te podés divertir pensando, ya
ganaste.” Estábamos borrachos, nos pusimos existencialistas. No tiene nada que
ver, pero siempre me resuena esa frase.
Cómo me gustás, hijo de puta.
“¿Estoy exagerando? Posta decime. Es que
no puedo no engancharme, te juro. A veces me engancho porque sí, porque de algo
hay que vivir.”
No Facundo, no estás exagerando. Estás
dando en la tecla. Vos entendés. No te hacés el liviano, el relajado, el poeta.
Sos un pibe que está en buenos términos con sus incertidumbres, con lo que lo
altera. ¿Sabés lo difícil que es eso? Pero qué querés que haga. Volvé a abrir esa
ventanita de mierda y decile lo que le querés decir. Yo me estoy
tragando todo esto y siento que en cualquier momento voy a vomitar. Y voy a
apuntar, muy a propósito, a tu puta computadora. Y así quizá entiendas lo
enferma que estoy. Y, si de verdad entendés, me mires como yo te estoy
mirando y te quieras enfermar conmigo. Dale, te prometo que nos voy a
cuidar.
-No, de una, hablale. Le va a gustar saber que estás loco por ella.
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