martes, 24 de noviembre de 2015

¿Estás mejor sin mí?

Me mudo y ya no vas a saber dónde vivo. No vas a poder venir a buscarme si un día te cae la ficha de que querés estar conmigo. Ya sé que igual podés escribirme, llamarme y todo lo demás pero no es lo mismo. No vas a ver mi cara cuando me digas que entendiste que tenemos que estar juntos porque nos llevamos bien, nos queremos bien, cogemos bien, charlamos lindo. Yo esa cara ya me la aprendí porque pensé un montón de veces en vos volviendo y diciendo que por favor te deje darme un beso aunque sea en el cachete.


Hace un par de tardes hice una lista mental de lo que pienso que no te gusta de mí. Empieza por pantorrillas pero está tachado porque más abajo puse 'que te subestime con algunas cosas’. También sé que no te gustaba que te boludeara delante de mis amigos, ni mi postura.

Puedo prometerte cambiar todo esto si me pedís mi nueva dirección. Sería una reina por vos, o una boluda que no sabe comer y se mancha entera; incluso alternaría. Como bien pero puedo deshacerlo. No sé, es una estupidez todo esto pero es lo que se me viene a la cabeza cuando trato de arrancar la idea de que ya no te tengo y no venís a buscarme tampoco. Ni querés. No sé si querés. Me desespera saber que vamos a estar más lejos y vos ni enterado. Yo voy a sentir esas 15, 16 cuadras todos los días.

Pedime mi dirección y te hago de comer algo rico la noche que quieras, me quedo pensando en equipos del pasado al lado tuyo, me duermo en tu pecho cuando estés trabajando y voy con el perro a verte jugar todos los domingos.
Pedime y así ves mi cara cuando baje y te conceda un beso aunque sea en el cachete.

Tengo miedo de buscarte yo y darme cuenta de que llegué tarde. Como siempre. Eso está en la lista encima.

Me duele que haya tantas cosas tuyas, no nuestras, tuyas, que nunca voy a olvidar porque conozco con una precisión casi psicótica todo lo que me gusta de vos. Que te rascás al costado del ojo cuando contás algo que te da vergüenza, que mirás para abajo cuando te reís en público, que si te desperezás parado se te pone la piel de gallina. Tantas otras que no sé. ¿Decías 'el' o 'la' blackberry? ¿Qué pensás de los Día del tal cosa? ¿Dónde acentuás Carrefour? 

¿A vos también te avisó Facebook que hace dos años somos amigos?

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Decime qué se siente


Abre facebook y la ve en una foto con un pibe. Otro pibe, claro que otro pibe. Está ella haciendo una cara graciosa y él tirado en su falda sonriendo. El epígrafe es “Gracias Boca, como novia te lo digo”.


Se quiere morir. Acá se aclara que en sentido figurado, supongo.



Imagina que ven una película abrazados, que de noche, después de comer, pasean al perro mientras se fuman ese cigarrillo de después de comer; que ella se despierta antes y le bate café. Le da bronca que también sea de Boca. No le interesa tener nada en común con este otro pibe. Se pregunta si odiará a los hinchas de la selección como él, que prefiere que Boca salga campeón una vez a ganar tres mundiales. Y ese cantito imbécil de Brasil, decime qué se siente. BRASIL, un equipo que se cansó de cogernos, ¿¡papá de quién!?

Todas cosas en las que no quiere pensar pero tampoco hace mucho para evitarlo.

La vida de Augusto, verás, no lleva buen ritmo. Un intento malogrado de chispa tuvo lugar cuando en el subte pasó un chico pidiendo plata con la camiseta que leía ‘Román’ en su espalda. Le sacó una foto porque había sonreído, y quizá le serviría recordarlo. Desafortunadamente, Augusto olvida varias cosas. Entre ellas, que olvida.

Qué presión la de ser joven y tener el mundo a merced de uno. La felicidad inmediata casi servida y la puerta al éxito con un cartel luminoso que sólo ven los que todavía no soplaron cuarenta velitas. Pensó esto y después lo invadió una culpa ruidosa que detectó rápido: el síndrome de Hay-Chicos-En-África. Así llama Augusto a esa sensación de que está mal sentirse mal teniendo techo, comida, trabajo, familia y amigos. Está triste pero no es Román, que se pasea por los vagones pidiendo ayuda para sobrevivir o para que el viejo no lo faje por no traer un mango, algo que en realidad nunca vio pero sí escuchó decir que pasa seguido.

En un salto temporal de los que ayudan a contar cosas poco interesantes, llega al trabajo, ignora las medialunas que el cumpleañero de la oficina de al lado había dejado, prende la computadora, trabaja, trabaja, trabaja, mira el celular, baja a comprar una tarta de brócoli o un sandwich de pollo con algo, come, trabaja, se sube al subte y después ya en casa se entra a bañar.

Esto se sucedió durante varias semanas. En el medio la conoció a Lorena que tenía un lunar en la cara parecido al de Julieta Cardinali pero, claro, sin serlo. Ahí descubrió Augusto la importancia del contexto. Salieron 3 meses en los que se sintió el mejor cogedor del país porque ella gritaba mucho y decía -exageraba- ese tipo de cosas. Después empezó a verlo como algo forzado y se incomodó. No encajaban más allá de acostarse una o dos veces por semana, y ahí descubrió Augusto que coger es importante, pero querer todavía más. Después, en esa misma línea, salió un par de veces con Florencia. Lo calentaba que tuviera un arito en la lengua porque era algo que por su pito nunca había pasado. Amorosa Florencia, gauchita y te quiero presentar a mi vieja en la medida justa. De hecho, la conoció, pero por un error de cálculo entre la salida de ella un sábado a la mañana y la llegada de su mamá que venía a traerle macetas. Adiviná si hasta el día de hoy le sigue preguntando qué fue de esa chica bonita que estaba con él.

Ahí descubrió Augusto que eventualmente, como su madre y todos los demás, sería ladrillo de algún estereotipo.

Al tiempo se enamora y se vuelve un pelotudo. El problema se llama Valeria. Decime si no es el nombre con piel más suave que se te pueda ocurrir, Valeria. Menudita, morocha, bien blanca, con anteojos y dientes más bien grandes. Un año mayor, dato que, entre pelotudos como él, da chapa.

El jueves a Augusto le cae la ficha de que se dicen de tal forma y se asusta. No significa nada, pero se asusta. Los días siguientes se pone raro, no habla mucho. Valeria le preguntó qué le pasaba y él, como todos los varones, dijo que nada. Porque los varones evitan ir al choque y así hacen de cualquier temblor un terremoto.

No eran los apodos lo que lo inquietaban, era todo lo construido alrededor, pero funcionan como sinécdoque.

Las crisis, piensa Augusto, se sufren más por lo indefinido de su conclusión que por el problema que las convoca. Seguramente lo anota, él anota para retener. Valeria le pidió un tiempo que supuso se entendía hacía las veces de corte, porque qué difícil ser tan tajante al plantearlo. Con algunos vaivenes, ese tiempo se prorrogó hasta ahora.

Algo así, como una crónica o intento de, me escribiste cuando empezamos a salir. Vi que fuiste tan boludo como para que se te escapara un like (o tan boludo como para ponerlo y sacarlo inmediatamente a propósito) y se me dio por mandarte esto. No porque con Juancho esté mal ni mucho menos, pero en nuestro último intercambio elegí no responderte y, como hacés apariciones esporádicas, pensé en que por ahí servía este mail para cerrar de una vez por todas. Yo sentí mucho destrato de tu parte, me descuidaste, de un día para el otro piraste y sentiste presiones que yo no te ponía. Te sofocaste y te perdiste vos solo, y como yo estaba al lado tuyo quedé varada también. Aún con todo lo que dolió, tengo un hermoso recuerdo tuyo. Nuestro. Pero no es/sos lo que quiero para mí. Aprovechá para conocerte, Augusto. Andá a la cancha el domingo y al trabajo difónico el lunes, cociná otras cosas además de wok, bajate Tinder, cambiá los muebles de lugar, probá el tereré, salí a correr los domingos que te levantás temprano, pasá una tarde con tus sobrinos. Andá a un after nefasto con los del laburo. Conocete que sos un re pibe.

Te deseo lo mejor, posta.
No me respondas, yo estoy de novia y tampoco queda nada que hablar.

Besos,
Valeria (por cierto, siempre me gustó que me llamaras ‘problema’; qué terrible).

PS: Me permití autohalagos, espero que te los tomes con humor porque después del tratamiento para granos que me tuvo la piel leprosa semanas, medio que me los debía.