miércoles, 27 de mayo de 2015

No quiero que nadie escriba sobre vos

No me molesta que se rían
ni que duerman juntos
no importa si comparten uno,
dos, tres o cien mates
hasta puede llevarse bárbaro con tus amigos
y me alegraría por ella
pero no quiero que escriba sobre vos.


Quizás pospongas la alarma
y la abraces diez minutitos más
o te cocine con vino y pimienta
mientras elige ese disco de domingos
que siempre te gustó escuchar
y yo estaría triste
pero creo que estaría bien
en tanto no escriba sobre vos.


No tengo miedo de que agarre mis lugares
y los pinte con su color
ni de que cambies las esquinas
en las que nos besamos
por semáforos de tomarla de la mano.


Que no escriba sobre vos
y yo voy a intentar no retorcerme por saber
qué pasó en el medio
cómo hiciste para salir
y cómo para que fuera adelante.


Quién sos vos con ella
y qué recuerdo mío quedó.


Es que tengo mil archivos empezados
fieles y tristes y fieles a esa tristeza,
imposibles,
respirados en mi nuca,
calurosos,
con cosas que me pasaron
creciendo al lado tuyo.


Que le caiga bien a tus viejos,
que tu mamá le diga ‘mi amor’,
que se junte con las novias de los chicos,
que se quieran incluso más que nosotros,
que la quieras incluso más que a mí,
Pero que no escriba sobre vos.



No quiero que nadie escriba sobre vos.

martes, 26 de mayo de 2015

Toda la ternura del mundo - Segunda parte

No sé si hago bien en escribirte. Tal vez ya estés en otra y esto destape pasado al pedo. Siento que te debo algo. Un perdón o una explicación, algo.

Hace frío y hay sol y por alguna razón los días así, con este maridaje, me hacen acordar a vos. No quiero que pienses que intento 'recuperarte' o arrimar; esto es sólo una explicación, un manual en mi idioma de lo que me pasó con nosotros. Quiero hacerme entender lo mejor posible, así que supongo que releeré esta oración, las anteriores y las que vendrán unas cien veces.

Terminé con Florencia y sentí que me habían cortado el agua. Era un miedo que me recorría todo el cuerpo, contrayendo y drenando cada músculo. Me autoconvencía de estar un poco mejor a medida que el tiempo pasaba pero no era así, y mentirse a uno mismo es como hacer acupuntura o tirarse de un paracaídas o ir al teatro o vivir: si no te lo creés, duele sin resultados. No había agua y entonces no había ducha que enfrentar de madrugada. Nada lavaría el miedo de haber conocido y tenido al amor entre mis brazos, y haberlo perdido. No sé si estoy siendo todo lo preciso que esta sensación necesita. Pero los minutos eran eternos; y qué si no me volvía a enamorar. Qué si no me volvía a sentir así.

En medio de esa asfixia mental me crucé con vos. Vos, con tu sonrisa de foto con amigas y la clavícula más perfecta que este planeta albergó. Una remera sin mangas, una cartera y un buzo atado a la cintura. Tuve tiempo de retenerte así porque te vi apenas saliste del subte, y te seguí mirando mientras caminabas a saludarme, y de vuelta cuando te fuiste.

Yo sabía que otra chica era imposible en ese momento porque el monoambiente poco luminoso y sin servicios que era mi cabeza estaba alquilado. Pero te vi y te seguí mirando y quise volver a verte. Y entonces te hablé.

Te juro que no quería que fueras una distracción. No deberías, ni mía ni de nadie. Estás tan sobrecalificada para algo así. Ya sé que tampoco nos conocemos mucho pero tenés eso de ser muy tierna y muy guaranga a la vez que te hace hermosa. Te ponés nerviosa rápido y no sabés qué lindo te queda. Además de tu sonrisa, claro. Y todo el resto.

Florencia es muy importante para mí. Con ella me enamoré y sufrí por amor por primera vez. Son dos marcas que no hay marea que borre. Y la quiero. Mucho la quiero. No sé si la amo. Pero, y ya sé que del otro lado no suena así, es algo bueno. No saber, digo. Para mí es algo bueno.

Seguramente ya te enteraste porque pasó mucho tiempo, pero nos separamos a los veinte días de volver. Era, sigue siendo, momento de enfrentar el miedo de no saber si podemos vivir sin el otro, si podemos amar por fuera de nosotros y sentirnos así otra vez.

Ojalá todavía sigas leyendo para que no te quedes con la catarsis nada más. También, te lo tengo que decir, hay una parte de mí que escribe esto porque sólo porque le (me) gusta cómo me mirás. Como si con los ojos estuvieras siempre intentando que me quede. Que me quedara, quiero decir.

Yo te lastimé sin querer por estar perdido y no dispuesto a encarar el miedo de no volver a enamorarme. Vos fuiste fuerte, me contuviste, me escuchaste. Pero nunca más sonreíste y fue injusto. Para los dos.

No tenías por qué bancarme lloriquear por otra chica, pero yo tampoco merecía que me negaras tu sonrisa. Quizá me lo busqué. Seguro.

No sé si me pude explicar, estoy tratando de asumir la culpa y a la vez que te sientas un poco en deuda de volver a mirarme contenta de estar mirándome.

No nos recordemos siempre yéndonos.

Perdón,

Martín.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Toda la ternura del mundo

Dos días después de encontrarse en Tribunales, le habló. La acusó de usar musculosa y cartera cruzada, como si fuera un delito. Claro que en chiste, buscando el piropo, pero desafortunado teniendo en cuenta todo, todo lo que pasa. Ella igual sabía. A riesgo de rociar de nafta este metro cuadrado lleno de colillas a medio apagar, digo: siempre saben las mujeres. No desató un discurso justiciero porque lo sintió indefenso, como queriendo encarar sin tener con qué o saber por dónde. Tampoco lo pensó así, no sé qué tanta explicación vengo a dar. En fin, la conversación siguió.


Ese miércoles se cruzaron y ella por suerte estaba linda. Había pensado varias veces en cuándo se volverían a ver. Dos, casi tres años desde el último encuentro y varias charlas de horas en el medio. Dijo que estaba apurada para esquivar la eventual incomodidad de, después de haber pretendido que podían hablar de cualquier cosa hasta la madrugada, quedarse parados y callados sin saber qué decir. Lo saludó con un beso en el cachete más generoso que a cualquiera y se fue prácticamente imposibilitada de relajar la sonrisa.


Dos días después es un montón para la chica que gusta del chico. Vamos, dos horas después es un montón. Y una no sabe si conectarse poco o todo el tiempo, si él no habla porque está en otra o porque ella no aparece en la listita o qué carajo pasa. Admiración y reverencia a aquellas que pueden archivar esta espera hasta que la ventanita titile en azul y todo se desclasifique. Me saco el sombrero frente a las que, si pinta, mandan ellas. Cuestión que hablaron y la invitó a salir. Le dijo “Tengo dos preguntas”, la primera fue si la musculosa ya estaba limpia y lista para volverse a usar y la segunda qué hacía mañana a la noche. 1.-La musculosa está en la bolsa de ropa sucia, conviviendo desde el miércoles con medias e indumentaria deportiva que tengo pendiente lavar. 2.-No sé, ¿qué hago? La invitó a tomar una cerveza. Nada innovador. Nada mal.


Él es un par de años más grande pero no tantos como para acentuar la diferencia. No tantos como para ella decir que salía con un chico más grande ni él con una pendeja. Igual, “salía”, una salida no es salir por más película que una se haga. Bueno, el caso es que salieron y estuvo bueno. Bastante aburrido comparado con los que eran pantalla mediante, pero estuvo bueno.


Cuatro veces más le tomó desenvolverse como una persona que procesa la información del interlocutor a velocidad normal. Capaz necesitaba la estabilidad que brindan cinco salidas en comparación a una, dos, tres o cuatro. No es insegura, no se mira al espejo y detesta lo que devuelve. Es más, le gusta mucho. Tampoco se piensa tonta. Pero el colchón de ‘estar saliendo’ es una pelotudez que siempre precisó.


Todavía no había pasado nada. La cuarta y quinta vez terminaron en su casa. Se tocaron un poco pero ella frenó. Hoy no se acuerda bien por qué. Ya había cogido “temprano” en otras “relaciones”, pero con ese chico sentía que tenía que aguantar un poco más. Tanta comilla, cualquiera se da cuenta de que una está hecha de precauciones.


En alguna de sus charlas de cuando él recién había cortado le dijo algo hermoso (pero) sobre su ex novia. Era algo como “voy mejor, ya reduje los momentos de extrañarla a viajes en bondi y minutos antes de quedarme dormido”. Lo felicité, qué sé yo. Una, que se castiga con lo que haya a mano, desea siempre ser esa chica que el chico quiso con locura. Aún cuando ya no, cuando está pasando de página y hablando con otra, con una, incluso.


Esa noche se besaron y ella terminó casi por completo encima de él, que pasó la mano por abajo de su remera, por su espalda hasta el otro lado y abrazó su cintura. Presionó un poco su cuerpo contra el propio mientras con los dedos acariciaba sin soltarla.


“Quiero” le dijo ella.
-¿Qué?
-Que quiero. Coger.


Él siguió besándola unos, habrán sido, cinco segundos más.


-No traje forros.
-¿Posta?
-Sí, no traje.
-Bueno, no, entonces no. Qué choto.
-Gracias, vino con todo el resto.


La chica se rió y se olvidó de las ganas de. Seguimos sin despegarnos un montón. Fue de nuestras mejores noches. Ella salíó de la pose y del cuidado de no cagarla. Él no se quiso matar por ser un boludo y olvidarse preservativos. Se empezaron a querer.


Pasó días enteros con cara de estar estando con el chico que le gustaba. Y qué linda le quedaba.


Rato antes de empezar la salida en la que seguro concretarían, desordenaba su casa viendo qué ponerse. Una suele intentar que las cosas se filtren disimuladamente y todo termina rebosando de obviedad, por eso se puso la musculosa de ese miércoles. El problema fue la elección de corpiño. El que mejores tetas le hace es -atención- violeta. Violeta chillón. Mi plan era, llegado el momento de desnudarnos, apagar la luz y revolear el corpiño lo más lejos de su campo visual que pudiera. Digo, se había relajado y estaban muy bien, pero dejar de pensar en estas pavadas requiere plazos largos, en los que él ya la haya tocado sin estar depilada, o visto la mañana después de haberse acostado con el pelo mojado, o llorando por algún sinsentido. Se puso el corpiño violeta, la musculosa, un jean azul oscuro, zapatillas rojas y bajó. Fueron al bar de ahí a la vuelta, el que está a la vuelta de cualquiera de nosotros. De cualquiera. Esa cuna de comienzos y finales, gente incómoda y llena de ganas de algo, con prepizzas horribles pero cerveza bien fría. Mesas de madera y la apuesta de sentarse al lado en vez de en frente. Saben de cual hablo, de cualquier bar que esté a la vuelta.


La tirita se asomó a la mitad del primer fernet. Y es que una siempre piensa de más. Quizás ellos también pero con cosas menos triviales. Más adelante le contó esta historia y se lo preguntó. “No. Posta que no. Igual me enternece mucho, pero no”.


Era muy fácil quererlo y así las precauciones fueron cayendo. Indicio de ello fue perder la cuenta de cuántas salidas iban. Pero en una cerca de la quince o veinte le dijo que le había mandado un mensaje su ex novia.


En un episodio confuso en el que ella quiso mostrarse despojada de cualquier tipo de herida, le pidió que lo leyera en voz alta. Me leyó el mensaje y era hermoso. Parecía espontáneo y muy sentido, algo que yo jamás habría logrado. Trató de ponerse en el papel de comprensiva, amiga o par y hablaron de esa relación un rato. Ella, desde la soledad más elocuente, le dio consejos muy concretos y bien formulados. Le contó que cuando el miedo la ahoga, se ducha a oscuras de madrugada mientras piensa que, si pasa eso, va a poder con todo el resto. Al par de semanas él le dijo que lo había hecho.


Siguieron viéndose un poco más. Temblaba cada vez que él miraba el celular. Se imaginaba a la ex novia como una princesa de pelo castaño y boca chiquita, una que no importaba dónde se parase, el subte siempre abría sus puertas delante de ella. Esa que quiso con locura.


Toda la ternura del mundo se puede compendiar en una chica triste que elige quedarse ahí, triste. Ella en ese momento era toda la ternura del mundo.


Él ya no sabía con qué nervio del cuerpo extrañar. Ella se pegaba las partecitas para parecer entera. Hicimos lo que pudimos y no alcanzó.


Hace poco volvió con su novia.


Seguro, cuando pase el tiempo y ‘hoy’ sea otro, una mire para atrás y se ría acordándose de las boludeces que pensó mientras me enamoraba. Aunque, cómo duele cuando pasa.


Tengo ganas de él todo el día, pero siempre que lo pienso se está yendo. Siempre se está yendo.


Cómo duele, la puta madre.