jueves, 28 de junio de 2012

Zapatos talle 95


Llegar tarde. Odio llegar tarde a cualquier lado. A clase, a las reuniones, a los cumpleaños, y a la vida de alguien.
Sentir que tendrías que haber estado ahí antes, y peor aún, que podrías.

Ella: ¡Hola!
Él: Hola, ¿Cómo estás?
Ella: Llegando tarde creo, ¿vos?
Él: Acá ando, medio medio. Mal de amores, típico. Típico de las mujeres, que te crean la necesidad y después te cierran el comercio.
Ella: ¿De las mujeres? Pero por favor, no me hagas reír. Los hombres son lo más Hollywood-céntrico que hay. Teaser, tráiler, película y final triste. O final abierto, que es guatepeor.
Él: No te hago reír porque ahora no me sale, pero creeme que me gustaría.
Ella: ¿Ves? A esto me refiero. Hacé lo que te guste, después vemos si te sale o no.
Él: No puedo. ¿Qué pasó corazón? Antes cicatrizabas más rápido.
Ella: Ah. Llegué tarde.
Él: ¿A dónde?
Ella: Ahí, a donde dijiste vos.
Ella: ¿La extrañás?
Él: A veces mucho. A veces no.
Ella: Pero extrañar no significa querer devuelta…
Él: ¿Querer de amor, o querer volver?
Ella: Lo segundo, querer volver.
Él: Es cierto eso, pero sí significa no saber qué se quiere.
Ella: Tardísimo. Qué mierda che.
Él: No entiendo, ¿te tenés que ir?
Ella: No sé, ¿me tengo que ir?
Él: No sé, qué se yo. 
Él: Quedate.

Yo de ex’s sé poco y nada. Más nada que poco. Pero supongo que debe ser dificilísimo decirle “Hola, ¿cómo va?” a el/la que antes le decías “te amo”; o besar el cachete de quien recorrías el cuerpo usando la misma técnica (y hasta afrancesándola un poco). Pero como ella dijo: extrañar no significa querer devuelta. Nunca se redunda lo suficiente en esto.

Tengo una amiga de lo más escapista. Ella ve que se asoma conflicto y chau picho. Tolerancia cero al sufrimiento. Buen, ni que tolerar el sufrimiento hablara bien de uno, ¿no? 
Mi amiga tiene un efecto Direct TV con la tristeza: le llega con delay. Hoy hace un par de meses que es la ex del ex, y está en esta disyuntiva de si lo extraña y quiere volver; o lo extraña y necesita ponerle freno a la angustia. Le pasa a los mejores, claro.


Ella: Bueno, contame de ella.
Él: Es buena, es linda, muy divertida.
Ella: ¿Qué pasó entonces?
Él: No sé bien, como escribiste vos el otro día: todavía estoy muy cerca de los hechos para entenderlos y contarlos, jaja.
Él: Vos… ¿Tus chicos?
Ella: Ahí andan, reunidos, ¿viste que te conté que estaba llegando tarde?
Él: …
Ella: Lo raro es que yo los estoy esperando y no ellos a mí.
Él: ¿Qué? Son complicadas ustedes eh.
Ella: Jaja, nada, no importa. Me pongo un poco nerviosa, porque además de odiar llegar tarde, odio esperar.


Una, desde afuera, quiere pegarle un sacudón a la chica esta que cerró el comercio para que se apiole. Pero si esta chica patea, seguro aniquila. Porque debe tener pies muy grandes. Porque son zapatos muy difíciles de llenar.
Yo sigo tratando de averiguar si fue amor o conformismo. Él seguramente también, porque para “buena, linda y muy divertida” pedís el cambio y entro de un pique. Pero primero tenés que avivarte que extrañar no significa querer devuelta.

Me dijiste que me quedara y yo me quedo y hasta espero, pero no me hagas sentir que estoy llegando tarde, ¡odio llegar tarde!

domingo, 24 de junio de 2012

El mundo es de los que se atreven: La historia de la historia.

El impulso es más gratificante que el control. Tiene un plus de valiente, de corajudo. Lo paradójico es que el impulso también se regula, porque desproporcionado tira más para locura que para Herculismo.

Muchos (más de los recomendados) hablan de que la historia la escriben los que ganan.
Y, qué se yo, la historia sigue un circuito. Primero (muy cerca de lo acontecido) es periodismo, y si en esa instancia saliste 3-0 abajo, por ahí no te pinta hacer pública tu parte. Querés rearmarte puertas adentro, recién ahí darle voz a los hechos. La cosa es que para ese momento ya están escritos, publicados, con tapa dura y traducidos en 18 idiomas.

Pero todo esto, la historia de la historia, siempre cuenta con un momento clave. Ahí elegís, tenés la bola 8 toda para vos: Hacé lo que quieras. Liquidez pura, diría la profe economía y sociedad. Si apostás podés perder; si no apostás, ya perdiste.
Por eso pienso que no se trata de ganadores o perdedores, la historia es de los que se atreven.

Encontré mis apuntes del curso de ingreso a DiTella hoy, que nunca terminé. Tienen un millón de dibujitos en los márgenes, que si lees bien entre líneas, descifras el captcha “kill me now”. También tienen una frase de Saramago resaltada que dice “La derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva." Genio.
Por eso resulta obsoleto hablar de estabilidad. Está sobrevalorada. “Stable is that step backwards between successful and failing.” - Pete Campbell en mi querida Mad Men. Es para cagones equipo chico (?) como él, que seguramente confunden felicidad con prosperidad. Que igualan libertad y permisividad.

No pensemos que la historia es una sola. La historia tiene forma de ficción, de muchas historias que jugaron al teléfono descompuesto. Hay que escribir la propia, aún si te aleja cada vez más de un best-seller.
Lo que me hace acordar: no muchas especies me generan más rechazo que los glotones del éxito. Esos que hacen resúmenes y no los pasan, ponele. O que señalan los defectos ajenos todo el tiempo, como si eso fuera a borrar los suyos. 
  

Se puede escribir, borrar, volver a escribir, volver a borrar, hacer un agujero con el lado blanco del borratinta, pegarle un hojalillo y seguir escribiendo. Haciendo de cuenta que los artículos de librería no están tan saladitos, claro.

sábado, 9 de junio de 2012

Diálogos que me gustaría tener.

Ella: Decime algo lindo.

Él: El día que te conocí me quise matar.

Ella: ¿Qué? ¿Cómo me vas a decir algo así?

Él:...porque me di cuenta que nunca más te iba a volver a ver por primera vez.

  
   
    
 
   
 
 

Él: Sos tan perfecta.

Ella: jajaja...

Él: ¿Qué? ¿Qué pasa?

Ella: Nada...es que 'perfecta' es un absoluto. No hay grados, no se puede ser "tan" perfecta.

Él: Tenés razón. Sos absolutamente perfecta.