domingo, 30 de septiembre de 2012

Viajemos en tren.


Abrí la temporada de piernas. Blancas, un poco venosas, un poco fofas y semi-depiladas. 
“Si esas son las vías, lo que debe ser la estación” me gritaron.



No salía humo todavía de mi dedo gordo del pie. Ni de sus dedos de la mano. Intentó con su lengua y tampoco. Por ahí faltaba potencia.
El fetiche de los pies, no lo tengo pero creo que lo entiendo; porque es la primera estación. Hay que empezar con el pie izquierdo, ¿no? Siguieron sus dedos caminando por mi empeine, y empezaron los ruidos de mi motor. Muy bajitos todavía.

Siempre que me camina por las piernas, tiemblo. Tiemblan. Tiene un andar muy suave, ojalá mi piel acompañe. Pará, ¿me depilé? Sí, me depilé.
No me tengo que desconcentrar, no quiero accidentes. Aunque no estoy manejando por ahora. El conductor y yo estamos los dos borrachos, pero igual vamos despacio.

Arriba de la rodilla hizo una parada, y empezó a dibujar con los dedos. Las piernas se me empañaban por el humo del vagón que era el vaho de su garganta que pasaba por sus dedos que caminaban por mis piernas que se empañaban.
Cerró las puertas pero no la boca, y siguió andando.

“Hay una parte de la ruta que quiero que me arranques de un mordisco, por favor. Sí, entre esta estación y la última”
¡Ay!, se escuchó exhalar desde el motor. Sale humo de todos lados. Ruidos de todos lados.

Hay dos cuerpos, dos dedos, una lengua, una boca, dos vías, un vagón, un conductor y un motor a punto de fundirse. Pero nos tenemos que concentrar, quiero que llegues (in)sano y salvo a la última estación.

Los dedos y respiros anuncian el arribo. Los gemidos, la bocina para que nada ni nadie pase. Respiraba fuerte y cerraba los ojos. No hay de dónde agarrarse, me voy a caer. ¡A quién le importa!

"Abrí la boca y levantá la barrera, dale. Que ya casi llegamos."


Dedicado al wachin que me piropeó en la esquina de casa.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

A mí me gustan las gotas.



"A mí me gustan las gotas" me dijo.
"Porque no son redondas, pero casi. Lo redondo es difícil de recorrer. Es engañoso porque todo es principio y todo es fin. Ahora imaginate seguir una gota con la yema de tu índice, y que éste se sumerja. Que el descender transforme esa gota en cuatro o cinco. Me gustan las gotas porque son fáciles de dibujar. Como las nubes, pero accesibles."
 
"¿Estás hablando de mis tetas?" le pregunté.
"...porque son sólo dos, pero podrías recorrerlas y sumergirte si quisieras. Sé donde empiezan, aunque no estoy segura de dónde terminarían, o dónde terminarías. ¿Dónde terminarías?"

"En las nubes, si se puede" contestó.
 
 
 

sábado, 1 de septiembre de 2012

Tomo para enamorarme.


Hay una parejita en el balcón charlando, cada uno con un vaso en la mano. Ella se apoya en la baranda y usa pajita. Él, en cambio, no consigue quedarse quieto y hace tragos largos de a ratitos, coronándolos con cara de asco. Los miro desde el sillón.

Ella: Esto sos, un energizante con vodka. Pensémoslo juntos.
Hagamos de cuenta que toda nuestra relación fue una noche de borrachera, seguime.
Yo empecé poniéndome linda para enfrentarte, porque si quedaba alguna foto, algún recuerdo, quería que me favoreciera. Salgo de mi casa, pero de mi casa en el sentido que le damos cuando jugamos a la mancha. O sea, salgo de mi lugar seguro y pido tomarte.

Te pruebo, te falta soluto. Te pruebo devuelta y estás más dulce, mucho mejor.
¿Me seguís? Pasa el tiempo y me relajo con vos, me pone contenta tenerte, hasta quiero más.
Se me acelera el corazón. Las pulsaciones se me van a las nubes. Hace calor, ¿todos tendrán calor?

Te tomé el gustito y no supe decir basta. Ponías mi mundo patas arriba, hay que saber cuándo parar.
De ahí en adelante me llevaste en picada, porque yo te quería pero me hacías mal. Miraba alrededor y nadie estaba tan mareado como yo. Quería poder y saber disfrutarte.
Me estás siguiendo, ¿no?

Tan inestable me sentía que empecé a pensar en no tomar(te) nunca, nunca más. Y corazón, por dios, ¡Calmate!

Finalmente, una noche como ésta en un balcón como éste y en una situación como ésta, devolví todo.


Él: Te seguí. Y, caminando por tu metáfora, ¿Vos te pensás que yo quería que termine así? ¿Que te arrastré? ¿Que fue intencional? Si querés probar otro trago lo entiendo, a ver qué te pasa con ese.
Pero quiero que sepas que, y ahora dejame compararte con cualquier otra botella que hay por ahí, yo no paso fácil el alcohol. Me cuesta, como dijiste, “tomarle el gustito”. Pero me hace(s) sentir bien.

Desde esa noche de borrachera, y hasta encontrarme en un balcón como éste en una situación como ésta, que entiendo que el vodka no puede resultarle rico a nadie en el primer sorbo. Lo tomamos más por los efectos que otra cosa.

Ya no quiero seguirte.


Él entra, apoya el vaso y agarra una cerveza. Veo desde el sillón que una chica le ofrece abridor. Sonríe. Parece estar listo para ver qué pasa con esta botella que hay por ahí.