lunes, 30 de mayo de 2016

La más linda

Quiero ser tu chica preferida toda la vida. No me importa tu mamá ni tu abuela ni tus amigas de la infancia. Quiero que te desarmes si te falto, que quieras saber en qué ando, ver mis fotos y pasar por la puerta de mi casa a ver si justo me cruzás.
Que reconozcas el sweater que me regalaste en una piba en el bondi y pienses que a mí me queda mejor.


(Que te arrepientas, quiero que te arrepientas).


Mi mamá me dijo tantas veces que soy la más linda del mundo que me lo creí. Y no me molesta, me gusta. Siento ganas de hacerle justicia al título, que ella me siga mirando así y pensando eso. Entonces camino como si el viento fuera un ventilador a la distancia justa y mi pelo volara poco, lo suficiente para parecer Britney en Toxic. Tengo un paso un poquito saltado que le copié a la hermana de una amiga que casi nunca usa corpiño. Marco el compás de lo que estoy escuchando con todos los dedos. Cada uno de los otros se toca con el pulgar. Yo prefiero decirle gordo. Me miro en muchas vidrieras. De grande quiero ser como esas señoras que se maquillan en el subte con pulso de neurocirujano.


Una foto publicada por Lucas Garcia Molinari (@_lucasgm_) el

(O como mi abuela).


Llamo a mi abuela una vez por semana y cada dos la voy a ver. Lo cuento para contagiarlo. El otro día le pedí que me enseñara a curar el mal de ojo y me dijo que ojalá supiera cómo pero que no, que no puede, que es intransferible. Yo le respondí que quizás salteaba generaciones y le iba a decir a Juana que lo hiciera cuando sea un poco más grande porque ahora está ocupada imitando a las de las películas.


Creo en el mal de ojo y pienso que los paréntesis son como un coro que deja entrever lo que yo no me animo mientras canto.
(Por qué no te dejo de querer o te quiero menos).


Después de lavarme la cara a las 8, justo después, es cuando mejor me veo. Creo que tiene que ver con que todavía nadie me rompió las pelotas.


Mi mamá me llevó al colegio todas las mañanas de primaria. Se jacta de eso y me parece bien. Hay que repetirnos nuestros méritos para que sirvan de aliento a los próximos. Hay que cuidarse de que no nos dejen ahí estacados, como un corredor de autos campeón en el ‘79 o una Miss Universo de hace dos décadas. Hay que evitar la mayoría de los consejos que empiezan con ‘hay que’.


Hoy soy la más linda del mundo y mañana pretendo serlo también.
Voy a ser la más linda del mundo siempre. Te advierto y te prometo.


Si te escribo esto ahora es para decirte que ya sé que me merezco algo mejor. Sé que voy a sobrevivir y que mañana hablaré de vos como hoy hablo de otros. Sé que puedo resistir las ganas de escribirte, de mirar tus fotos, de pasar por la puerta de tu casa.  


Así que no me lo digas, 
no pienses que soy mucha mina 
(por más de que lo sea), 
no me aclares que puedo vivir sin vos;
porque no quiero.

lunes, 9 de mayo de 2016

¿Hasta dónde vas?

Otro colectivo en el que no te lo encontrás. Igual te miraste en el reflejo de la puerta y estabas fea. Pensaste en si preferías cruzártelo fea o no cruzártelo. Después a todas estas boludeces se las lleva el viento porque tenés problemas ‘reales’ que consciente o inconscientemente dejás en el fondo de tu preocupación. Pero te vas a bajar habiendo aceptado otra derrota y preguntándote si esta acumulación de fracasos es como en las maquinitas del casino, las de la palanca, que cuando ya pasaron muchos desaciertos es más probable que se te dé. Que se enfilen las tres monedas, signos de dólar o cualquiera sea el dibujo.
Pensás si tu vida está calibrada para fallar y fallar y eventualmente acertar o si no hay técnico detrás y es todo cuestión de subir, pagar el viaje, sentarse y esperar una y otra vez.

También te preguntás si preferirías que hubiera o no técnico. Si te resulta encantadora la idea de destino o si ya le habrías dejado hasta mensajes de voz para que fuera a ver qué pasa.
Igual, ni siquiera toman el mismo (los mismos, para el caso) colectivo(s). Y los trabajadores de oficio suelen ser impuntuales.

Te aferrás a eso y te bajás. El viento hará lo suyo, por lo menos hasta que vuelvas a pedir $6.50.


Una foto publicada por Lucas Garcia Molinari (@_lucasgm_) el