lunes, 7 de marzo de 2016

Por qué no me querés

Una foto publicada por Lucas Garcia Molinari (@_lucasgm_) el



El día que murió mi abuelo, el chico que me gustaba tocó el timbre y me trajo un disco rayado para que se lo arreglara porque yo le había dicho que si se les ponía pasta de dientes, se des-rayaban. Él vio que lloraba y me dio el disco y no me dijo nada, no preguntó qué pasaba ni me abrazó. Nuestras mamás eran amigas así que yo supuse -supongo- que la suya se había enterado y entonces lo mandó a consolarme o contenerme o algo del mundo de los lamentos. Pero Manuel no pudo. Vino con las excusa del disco y eso fue todo. Teníamos diez años.


Me gustó hasta que se cambió de colegio y dejé de verlo todos los días. Tomo ésta como la primera decepción que me dio el amor. Lo del disco no se solucionó, no sé de dónde había sacado eso de la pasta.


Al tiempo me cambié yo también y me enamoré de otro chico. Estaba segura de dos cosas: nadie lo iba a querer más que yo y yo no iba a querer tanto a nadie más. Le gustaba pero menos que otra chica. Un día le mandé un mail que era algo así como una disculpa por no ser ella, pero que lo amaba mucho y que si él algún día decidía que quería estar conmigo, yo iba a querer estar con él. Decía más cosas el mail porque en ese momento escribir para mí era secarme el llanto, después crecí y entendí o me autoconvencí de que incluso las catarsis tiene que estar bajo algún tipo de control para que el otro o el mundo entienda qué pasa de este lado.


Me contestó que me extrañaba y me quería mucho. Respiré. Lo extrañé aún más.


Más bien tarde y con la práctica vi que sí, que puede gustarte más de una persona, que esa confusión es buscada y es inocente, pero por sobre todo es culpa que no se sabe cómo y tampoco hay intenciones concretas de extirpar. No digo que sea una operación sin riesgos.


Al par de años puse mi primer nick dedicado a alguien indirectamente y al par de meses le dije de frente ‘¿Por qué sos tan cagón?’. Nos dejamos o me dejó.


Nunca tuve que usar aparatos y sin embargo iba al colegio con la cajita que los guarda colgando, vacía. He sido más patética en otras ocasiones, incluso de grande, pero en este caso era muy fácil descifrarlo y además, si los aparatos eran movibles, se usaban de noche; con lo cual por qué cargarlos todo el día. En algún momento empecé a caminar encorvada y ahora estoy tratando de revertirlo porque me veo en fotos y me quiero morir.


A los dieciocho o por ahí le mandé un mensaje de texto a un chico que ya no me daba bola deseándole feliz día del hincha de River, como manotazo de ahogado o una expresión menos detestable que ahora no me sale. Me contestó bien. Siempre me trató muy bien. Igual no pegábamos.


Nunca le fui infiel a nadie. Lo digo como si fuera algo pendiente.


Coger está buenísimo y sobrevalorado. Opino eso de varias películas, también.

La profesora de pilates me dijo ayer que no tengo nada de abdominales y que por eso hago fuerza con las partes incorrectas de mi cuerpo. Eso me recordó que a veces me sincero de más para ver si entre esas ridiculeces encuentro por qué no me querés.


Con Manuel nos dimos un beso ya de grandes. No estuvo tan bueno.