jueves, 9 de febrero de 2012

151 días.

No me llevo mal con mis papas, no me maté con mi novio (básicamente porque no tengo), no soy una rebelde auto exiliada de la sociedad, no me enferma la convulsa Buenos Aires. No me pasó nada de esto, me fui porque tenía muchas ganas nomás.
       Tampoco vengo a hacerme la Indiana Jones, o ese escritor americano Paul Bowles que se las picó a Sahara como 40 años. Fueron 5 meses en Europa, que por ahí en boca de algunos fácilmente asombrables será aventura de trotamundos, y otros van a tirar que para pudientes, es muy fácil vivir en euros con sabor a primer mundo.
Lo cierto es que esto para mí fue como cuando voy en colectivo a un lugar lejos, y estoy escuchando canciones muy buenas entonces no quiero llegar nunca. Pero también soy de las flojitas que se marean en los viajes largos, así que un poco de ganas de pisar tierra firme me agarran. No me pasó, no me mareé en Europa. No quise parar y bajar nunca.
       Entre paellas y tapas (y tapus, por qué no?) mi felicidad (*PD1) creció un poco todos los días. Viajaba, me fascinaba con ciudades nuevas y me gustaba pensar en volver a casa. Y me gustaba pensar que cuando pensaba “casa” me refería a Madrid.
    
   De una forma muy calienta-pava-no-toma-mate, en el auge de mi euro-fanatismo, voy a pinchar el globo y decir que no viviría en otro lugar que no fuera Buenos Aires. Como nos debe pasar a todos los ajenos al miedo a volar, a mi me alucina viajar, amo los ojos de turista. Me encantaría poder ver mi ciudad con ojos de turista.
      Cada persona es un mundo. Cuando viajamos lookeados con cámara colgando y mapita bajo el brazo, salimos del nuestro. Esa oportunidad acarrea mil historias, desde las más trilladas de viajes con amigas y prostitución libre de juicio, hasta las más mundanas de subirse a un tren para terminar en un pueblito belga que aparenta ser lo último creado por Dios, cuando ya estaba medio vago.
        El caso es que lo que parece increíblemente atractivo en 4,5 días, se vuelve cotidiano y difícil de apreciar como local. Tomemos Praga, a mi criterio la ciudad más maravillosa del globo. Praga es, como diría Mr. Calle 13, una pintura en movimiento. Es caminar por un cuadro, y gires en la dirección que gires quedar boquiabierto. Me pregunto si el checo, cuando levanta la mirada y ve esa obra de arte dinámica suspirara en regocijo de vivir ahí. No creo, a mí con Buenos Aires no me pasa por lo menos. Pero cuando me voy, y salgo de mi mundito, por alguna razón puedo valorar más lo propio y exprimir más lo ajeno. Así es el turista, un aprendiz y aprehendedor (¿?) permanente.
        Lo peor que nos puede pasar es que lo que una vez fue fantástico, se nos vuelva cotidiano (acá es el momento donde todos, sin que yo lo haya mencionado, piensan en los/las ex, así que les dejo el minutito de reflexión). Tamos? Igual no prentendo ahondar en lo que significa caer en la vorágine de la rutina.
      
  Los amigos: Brasil e Italia orbitando muy cerca pero en el núcleo, Argentina. “No entiendo, te vas a otro continente a hacerte amigos de tu país?” Sí. Fue muy importante tener un grupo, visto que el mío original estaba lejos. Lo armamos a la perfección, cada uno aportó y, cuando viajaban o a medida que se iban volviendo a casa, se notaba mucho la ausencia. Un grupazo, los quiero mucho.
   Qué jodido hubiese sido hacerme amiga de una ucraniana, y entre llantos de despedida tirar el típico “cuando vengas para Argentina tenés una casa donde quedarte” pero saber que difícilmente la vuelva a ver. Tengo que reconocer que este tema del intercambio potencia las relaciones, forja lazos en 4,5 meses que en Buenos Aires tardarían mucho más.
   También debuté en materia de hostels, el primero fue en Lisboa. Increíble, muy buena energía. Aparte es una ciudad por la que no daba 2 mangos, y superó ampliamente mis expectativas. Me gustó cómo fluye todo en los hostels, lo incentiva a uno a conocer gente.
     Otra de las boludeces que pensé en este tiempo, que ahora estoy plasmando acá es que los lugares –y las situaciones- hacen a las personalidades, en vez de a la inversa. Londres es apagado en Enero, frío, y así su gente. Amsterdam es una locura, y una ciudad hermosa, y así su gente. En Madrid todos fueron muy cálidos de manera constante. Sentí que se levantaban siempre para encarar los días relajados y bien predispuestos. No sé bien si se me contagió o busqué que así fuera, pero me metí en el baile. Pasa que Madrid es muy bailable, muy…muy…vivible.
   Me acuerdo que hace bastante me compré la revista Playboy porque en la tapa estaba Dolores Fonzi, que me parecía una grosa. Suena a excusa para encubrir que soy una masturbadora crónica, pero es verdad. En la nota que le hacían le preguntaban (como si estuviesen entrevistando a Platón) cuál pensaba que era el sentido de la vida. Ella, tirada, desnuda y muy fumaporro contestó: “Vivirla”. Bueno, no puedo ni validar ni refutar lo que dijo porque no lo sé; pero si tiene razón, lo descubrí allá.

Me quedaron grabadas muchas frases que se dijeron en todo este tiempo, acá van algunas:

-       “Rochi, vos tenés que entender, esto es un paréntesis en tu vida” (Santa Fé, es mucho más divertido escucharlo que leerlo though)
-       “Es como que te fuiste al carajo para ver personas que viven en tu ciudad y nunca viste, y ahora las necesitas” (Sofa, en una de sus tantas reflexiones post boliche)
-       “Yo no le puedo pedir más a la vida, mira esto” (Santi, en una previa que éramos muchos –probablemente más minas que chicos. Pero muy acertado)
-       “Yo soy italiano, pero mio corazón es argentino” (Michele)
-       “Michele, vos en Argentina tenés un hermano” (Santa Fé)
Y hay más, pero seguramente sean de esas cosas que ‘tenías que estar en el momento’ para entenderlo.

    Aprendí mucho de cada persona que pasó por adelante mío en los 5 meses que me fui. Por ejemplo, unas palabras en sueco que no me van a ser útiles nunca más (no, no voy a chamuyar en sueco), y algunas otras cosas que espero me sirvan y sepa llevar a la praxis.


Si hubiera tenido un tele-transportador, no habría sabido cuando usarlo. Todo momento, cuando presente, fue un regalo.

Así que nada, pim pam pum y cuando me di cuenta, escribo esto desde mi cama porteña. Y me acuerdo de la pregunta que me hacían los últimos días: “te quedarías más tiempo?” Sin dudas, siempre y cuando se me asegure que el tiempo que me quedo va a ser como el que viví hasta ayer. No preciso nada más (ni nada menos).

*PD1: Por felicidad también podemos entender diámetro.