viernes, 30 de septiembre de 2016

Mic drop

Una foto publicada por Lucas Garcia Molinari (@_lucasgm_) el


Me subiría al escenario
de algún centro cultural
con una única rasta
que envuelva un rodete,
con lentes que no necesito,
quizá incluso sin vidrios
a rapear sobre vos.


Tratarte de campeón,
hablar de tu jeta,
decir que es corta, amigo


“Es corta, amigo”.
(¿Qué cosa es corta?)


Contarle a la gente que agita
que tenemos telepatía pero al revés
que yo tengo telekinesis pero al revés
porque soy torpe
y alejo los objetos
se me caen los objetos,
que pensamos vos para allá
y yo para acá,
yo siempre acá.


Cosas así,
no sé,
rudas.


Las chicas rudas gustan.

Para que no se note que te estoy esperando.
Para que nunca se note nada
que no sea la impaciencia
que me da tu indecisión
que no se note la inquietud
menos la desesperación
que ojalá no vuelvas
va a fallar la transmisión.


Y es que es corta, amigo.


Que no me importa seguir rimando
porque estoy en ningún escenario
no hay nada sonando
no hay base de fondo
porque vos allá, yo acá
no me correspondés
si yo te correspondo.


Y si falta un verso,
lo lamento, campeón,
los zapatitos me aprietan,
las medias me dan calor
y el muchachito de enfrente,
también.


Igual,
total,
no hay base.
Y punto.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Gerundios

Quiero ser la rubia loca que baila sola hasta el amanecer de la que habla Calamaro porque creo que la gente que baila sola no está triste y la gente que es rubia sí pero menos. Igual estar triste a veces es fundamental. Estar triste en la medida justa te mantiene los chakras alineados. No sé qué son ni cómo se descuajeringan pero viste que se dice que tal cosa te alinea los chakras. La siesta tiene que ser una. La tristeza otra. Vos otra. Es rara esa yuxtaposición pero también es medio “historia en la menor cantidad de palabras posible”. La mía se llama Los chakras alineados y dice “Esa tarde me quedé dormida de tanto llorar pensando en vos”. Me encantan los gerundios porque al fin y al cabo siempre todo está siendo. Lo considero mi mejor defecto.



Una foto publicada por Lucas Garcia Molinari (@_lucasgm_) el

Las chicas que te conocemos gustamos de vos. Este dato no está chequeado pero tampoco hace mucha falta. O por lo menos una de cada cadena de seis grados de separación que tenés.


(No,
todas).


Quise pensar en cómo describir que paso mucho tiempo pensando en nosotros y me imaginé diciéndotelo:
Ponele que el tiempo que tengo la mente “libre” es esto -ahora hago un redondel con los brazos para adelante, como si te hablara de una re embarazada- Bueno, de todo esto...No, pará, ponele que ese tiempo que tengo la cabeza no en algo, no prestando atención al trabajo ni leyendo ni viendo una peli ni nada. Ese tiempo libre, si ese tiempo libre es cien, setenta estoy pensando en vos e imaginando que hacemos cosas juntos.


Te reíste, sacaste un cuaderno, dibujaste un perro y me dijiste que todo lo mal dibujado que estaba ese perro era todo lo que querías estar conmigo.
Ahí yo te dije que dibujar mal era el tuyo. Tu mejor defecto.


A veces trepamos un acolchado en una cama que para atrás es infinita, entonces podés seguir arriba mío y escalando mientras nos besamos cuanto quieras. A veces me pasás a buscar no sé por dónde. A veces nos quedamos dormidos en el sillón. Nos miramos.


Todas queremos hacerte así en el pelo.


Cuando yo era chica me gustaba un compañero del colegio y a la salida, tipo 5, cada quien se iba a su casa y cuando llegábamos nos conectábamos y chateábamos.
“¿Qué contás?”
Nos habíamos visto hace 15 minutos. Ninguno tenía lo que contar.
“Contate algo”
No sé, invento.
No importaba. Había que seguir en contacto. Como sea, diciendo lo que sea, en tanto estuviéramos todo lo cerca que pudiéramos estar estando lejos.


Creo que a veces repetimos esa historia.


Después no sé de qué seguimos hablando nosotros dos y seguro yo tenía ganas de abrazarte.
Ojalá me dijeras algo lindo que me hiciera mirar para abajo.


Quiero ser la rubia loca que baila sola porque creo que la gente que baila sola tiene claridad mental y yo a veces la necesito para pensarte distinto. Igual no estoy confundida. Lo considero mi mejor agravante.


Quizás estar aunque sea un poco confundido también es fundamental. Qué sé yo. Todos malabares que reemplazan tomarse el pulso.


Pero ‘Las cosas que no están pasando’ siempre es una historia mucho más larga.

lunes, 5 de septiembre de 2016

MTV

Una foto publicada por Lucas Garcia Molinari (@_lucasgm_) el


Papá me compra una caja gigante de nerds surtidos de un tamaño que nunca había visto con una cantidad de pelotitas ácidas que parece infinita.
No lo es.
Me la termino en una tarde y al par de horas vomito de todos colores.

Mamá me reta. Uno supondría que es porque cómo no me va a caer mal bajarme todo eso de una, todo ese rectángulo de cartón que parece haber sido fermentado con transgénicos. La razón es otra. Mamá disfruta, aunque sea un poquito, de retarme porque hice algo mal producto de un regalo de mi papá. También le da miedo que tenga obesidad infantil. No lo dice, ni sé si lo sabe, pero le pasa.

Sus amigas están todas estiradas. La misma boca. La misma puta boca tienen Carina, Graciela, Beatriz Salomón, Moria Casán, la mamá de Francisco que no me acuerdo cómo se llama, la que me dice siempre que cuándo voy a ir a su casa a merendar y todo el resto de mujeres muy conscientes de que ver es ser visto.

Encima es época de brillo labial.


A la semana llega a casa la primera computadora. “2 gigas” dice el muchacho. Nos muestra un par de cosas. Mamá se va y nos lo delega a Roxi y a mí. Chequeo una vez por día cómo está el disco y lo desfragmento. Azul y fucsia que después (antes, en realidad) fue magenta. No me pregunto qué estoy haciendo. Desfragmentar es una manera de limpiar y limpiar siempre está bien. Mamá vuelve y me dice que le cuente a papá que ya tenemos computadora. Le cuento. Me lo festeja. Queda ahí.


Buscaminas, buscaminas, buscaminas, carta blanca, solitario, buscaminas.


Al colegio voy con la cajita de protector bucal colgando porque quiero usar aparatos pero no necesito. Qué asco de feliz tenés que ser para anhelar un defecto, ¿no? Pero pasa por otro lado. En clase todos tienen aparatos y yo no. Yo tengo anteojos. Ahí te das cuenta de que el mundo es muy forro con los tiempos de las modas. Después, de que también con todo lo demás.


Pasan dos sábados y vamos con mis hermanas a ver a Chiquititas al teatro. A la salida perseguimos la combi que lleva a los actores y gritamos cosas. Bah, gritan cosas, yo sólo miro y después digo que fui parte.
(Fui parte, igual).


El colo canta sobre una chica en Cebollitas. Dice “me volví loco con sus…”
Pausa.
Somos muy borregos. Escuchar pija o concha o teta para nosotros es derribar un muro y pintar todos los demás con el signo de anarquía. “Teta” es la revolución. Es la única bandera. Nuestro punk. Nuestra denuncia viva. Tetas decí tetas colo decí tetas dale liberanos decí tetas tetas tetas tetas colo decí tetas.
“...trenzas”.
Otra batalla perdida.


Internet es maravilloso por este lado y un caldo de cultivo de pedófilos por aquel. Nos metemos con Roxi a una sala de chat de UOL Sinectis. Mi nick (o el suyo) es “nenita dulce1”. Hablamos con El Oso. No me acuerdo de qué. Todo era surreal. Yo tipeaba como si cada tecla me acercara al espacio exterior o algo así, como si el tiempo se doblara y El Oso y yo estuviéramos en el mismo lugar pero no pero ¿qué es estar en un lugar? No sé, tengo 8 años, no puedo responder sobre agujeros negros.
Menos en una sala de chat.
Con El Oso.

Lo único interesante y hasta tangible de la cuestión era levantar el teléfono y escuchar la conexión. Soy hija de divorcio, para mí no hay nada más honestamente cruel que poder escuchar una conexión.

No hay nada más honestamente cruel que poder escuchar una conexión.
Otra razón, secundaria pero importante, por la que Fibertel es una mierda.