martes, 26 de agosto de 2014

Me preguntó qué quería que fuéramos y dije “No, gracias”.

Eso no es amor, el amor es otra cosa.
Siempre es otra cosa.
Por eso cuando charlamos, algo nos separa.
Sea aire, centímetros o destino.


“Metió un taco con los ojos en la nuca, ¿viste eso?”
No, no lo vi. No veo ni sé nada de fútbol.
Tenemos que hablar y pensar en qué va a ser de nosotros cuando nos separemos.
Digo, cuando nos superemos.
Porque nunca es puro alivio darse cuenta de que algo ya le pertenece al pasado y no hay mucho que hacer a menos que uno quiera zambullirse a revolver muertos y partes de muertos porque ni siquiera puede recordarlos enteros.

Nunca es puro alivio superar.


Mejor hablemos de fútbol cuando no haya más que decirnos.
Cuando no haya más que sentir.
No pretendo escribir nuestra necrológica.
Más bien nuestra conmemoración. Como el Día de la Bandera pero con un amor cambiante al que nos agotamos de perseguir, o al que no conseguimos adaptarnos.


Un día como hoy. De sol y viento.
Deteniéndonos en cada detalle desprolijo de lo que nos pasa.
El amor funambulea fingiendo saber para dónde ir o tirarse.
El odio es un ladrillo gastado que no puedo ni quiero levantar.


“Es que si nos pienso para toda la vida, no lo voy a saber disfrutar.”
Partes del primer amor.
Del primer muerto.
Lo sentía como si el mundo estuviera jugando a la mancha y él, ‘casa’.


Creo que encuentro algo de placer en la agonía.
El momento antes de superar.
Como si una parte de mí se desgarrara pero fuera a desprenderse en los próximos segundos.


Por eso me gusta sufrir mientras mirás fútbol.
Aunque suene autodestructivo.
Porque sé que en cualquier momento me vas a preguntar qué me pasa, a dónde vamos.
Y yo, que habré superado, diré “No, gracias”, entregándote en mano al pasado.


Me preparo así para el próximo amor.
Para el que no quiera olvidar, enterrar.
Aunque eso no es amor.

El amor es otra cosa.

domingo, 10 de agosto de 2014

Etapas II: la complicidad no alcanza.

(Continuación/Respuesta de este)


Contarte que me mudé. Sola, no con Fran (el de las fotos que viste). Cerca de River. Estoy contenta, pensé que me iba a costar mucho, que iba a dormir intranquila todas las noches o que iba a colapsar al primer corte de luz, problema de caños, etc.


Me podés escribir cuando quieras, yo pensé un par de veces en hacerlo pero nunca demasiado como para sentarme e intentarlo o dejar algo en borradores. Con lo de chusmearles a tus amigos cosas vergonzosas mías, me alegran muchísimo los mil huevos que me chupa. Mil, eh, posta. Si querés, contales que me puse a llorar con el video del perrito, o de esa vez que manché fuertísimo las sábanas del hotel en Mendoza porque me había venido (ni dando vuelta el colchón, ¿te acordás?). Me da igual. Tus amigos siempre me parecieron unos giles. Demasiado machos. Hablaban de autos y del mercado inmobiliario y de las películas que ‘había que ver’. A veces, en algunas reuniones, tenía muchas ganas de poner cara de Stephen Hawking y babear todo el sillón para expresar cómo me sentía escuchándolos. Igual, nada, son tus amigos y vos no sos así, por lo menos para mí; y yo no estaba de novia ni vivía con ellos así que qué importa.


Te extrañé mucho mucho tiempo. Pero creo que yo lo pagué de una y vos lo estás pagando en cuotas. Porque no sabés muy bien cómo es es(t)o de sentir, no sabés cómo se hace. Cómo duele ni cómo sana. Como yo con respirar, que hago pausas en las que nada y de repente inhalo todo el aire de la habitación. Nadie, lamentablemente, nos puede enseñar a hacer ninguna de las dos cosas. Esto me hace acordar un poco al cumple de tu viejo, cuando tu tía estaba recién salidita del curso del Arte de Vivir y era de lo único que hablaba. Vos le dijiste que había tirado la guita, yo me reí disimuladamente. Volvimos caminando, haciendo la mímica de cómo le habían enseñado a respirar. Moríamos de risa como borrachos o drogados, y ninguna.


Sobre Franco, estoy muy bien. Es muy distinto a nosotros. No él, la relación digo. Él también igual. Es tranquilo, cariñoso, más salidor. Estoy feliz, por lo menos por ahora. Me despierta siempre con un abrazo, y una o dos noches a la semana me pasa a buscar para ir a tomar una birra o hacer algo juntos. Me gusta, necesitaba el aire. No es la misma complicidad ni la misma conexión, pero bueno. Estoy más relajada con él.


Supongo que vos habrás cogido minas de a dos meses este tiempito. Así te conocí yo. Con X dos meses y pedías el cambio, Z dos meses y cambio, y así. Hasta que nos encontramos.


¿Estás durmiendo mejor? Desde que leí tu mail, cuando me desvelo pienso en vos. No por algo “amoroso”, porque te entiendo. Es una paja porque en la tele no hay nada, no hay energía suficiente para la compu, y pensar así, no haciendo nada más que pensar y que nada pueda interrumpirte, es terrible.


Ah, boludo, te vas a poner contento: ya ni me hablo con Lola. Me hinché las bolas de su pose. Hace cosa de dos meses, un poco menos, quedamos en ir a comer una hamburguesa y de repente cayó con anteojos. O sea, te conozco hace 16 años, DE REPENTE NECESITÁS ANTEOJOS, ¿NO? ¿Y PARA COMER UNA HAMBURGUESA? Me le reí en la cara, pero jodiéndola, por la confianza que nos tenemos. Medio que se calentó. Y de estas historias, varias. Sube fotos en teatros. Me da paja este nuevo personaje. Te cuento porque vos siempre decías que chupaba cositas de la personalidad del resto y se construía. Creo que de mí no tomó nada. Ni que hubiera mucho copiable, qué sé yo, limpiarse los rastros de entre los dientes con pelo. Joda, posta desde que me lo marcaste no lo hago más. Creo.


Me habría gustado tenerte con barba y sin olor a pucho. Y en cuanto a lo otro, no sé si me desenamoré ni en qué puntualmente fallamos. Supongo que yo necesitaba sentir un amor distinto al amor que me dabas pero es un amor que no podés dar, simplemente porque no sos así. Para mí fue muy difícil tomar la decisión, porque me gustás mucho como hombre. Sos inteligente, rápido, sabés de muchas cosas pero no necesitás demostrárselo al mundo en cada huequito que aparece, y sos muy lindo (no sé ahora gordo, pero). Y darle la espalda a todo eso es jugársela a no encontrarlo en ningún otro. También tenés una biblioteca hermosa que es como mi fetiche.


No cambies, no intentes encontrarle la vuelta a sentir. Sos hermoso así, torpe para querer. Aunque tu mail muestra que se te agrietó un poquito la coraza. Y me hizo sonreír mucho, tengo que admitir.
Que yo necesite que me quieran querer todo el tiempo no es problema tuyo. Igual -y corre para los dos- “no hay mal que dure cien años”.

Cuidalo a García. Dale un beso en la manchita de entre los ojos de mi parte y decile que lo quiero mucho, mucho.