viernes, 15 de noviembre de 2013

Cosas.

A veces, cuando estás lejos, escribo cosas. Te escribo cosas. Algunas que no te mando nunca, o las leo y cambio un poquito para que sí. Tengo un montón de borradores en la carpeta de Borradores. Cosas que posiblemente no salgan de ahí. En fin, cosas.
Hoy caminé hasta el subte en vez de ir a tomarme el colectivo. Son 4 cuadras extra, pero estuvo lindo. Más tiempo y movimiento para pensar en vos. Vos sobre música y personas que me pasan por los costados y yo, dependiendo de qué canción esté escuchando, siento que voy más rápido o más lento que ellos. Me acuerdo de Seaside, que es de "una bandita que ahora es famosa pero en 10 años no la ubica nadie”. Entonces me estaba moviendo lento. Si la escucharas, entenderías. Y si me decido a mandarte esto, te la voy a pasar.
      Hay cosas que parecen pavadas. Como quién ceba el mate, la diferencia entre manga tres cuartos y manga larga, o qué canción viene después de la que está sonando ahora. O 4 cuadras. Pero uno cambia en esas cosas. Crece, se achica, llora, aprieta, retiene, repite, deja ir.
En ese pensar en vos, caminando lento, más lento que el resto y escuchando música, supe que iba a ser un día de lo más corriente. Llegaría al trabajo, saludaría a mi jefa y a Hugo, que estaría tomando mate. Hugo diría algo que no alcanzaría a escuchar porque habla terriblemente bajito y ya, al tercer “¿qué?”, dejaría de preguntar. Pasaría por el resto de los escritorios y volvería a sentarme acá, al mío, frente a esta computadora.
Quizá sea de cobarde, de tímida, o no sé de qué, pero me alivia pensar en que el día será todo lo común que puede. Yo creo que es porque, dentro de lo estables, estáticos que son mis días, encuentro el movimiento en cosas chiquitas, que no ofrezcan muchos sobresaltos, e intento agrandarlas. Como un abrazo tuyo. Algo sencillo, un brazo que me envuelve por la derecha y otro por la izquierda. Y a veces, si es de noche y a falta de música y personas, nos escuchamos respirar. Son cosas así las que tomo para tenerte cuando estás lejos. Te pienso mientras camino. Hago 4 cuadras de más, y después escribo.
En tu abrazo hay olor a menta, porque recién volvés de lavarte los dientes. Y apenas nos acostamos, me intriga saber si tenés los ojos cerrados o abiertos. A veces hasta te lo pregunto. Bueno “hasta”, ni que fuera gran cosa. Pero es una cosa. Y es importante, como todas. Es que ahí, cuando abro la boca, rompo el silencio en el que me abrazás, y me arriesgo a romper todo el resto porque, como no hay nada más que nosotros respirando, el silencio es lo que nos sostiene.
Aunque yo estoy acá y vos allá, y sólo te estoy escribiendo esto, y quizá ni siquiera te lo mande, sé que ahora nos queda una noche de estar abrazados por delante. Para después despertarnos, abrir las persianas, que vos quieras levantarte a hacer mate y yo intente retenerte, apretados, hasta dejarte ir.
    No sé, son cosas que pienso cuando estás lejos. Mientras camino, y me doy cuenta de que debería haberme puesto la remera con manga tres cuartos, porque estoy teniendo un poco de calor. O cómo ahora, que suena esta otra canción, te extraño. O que alguien que te cebe el mate es mucho pedir. Pero, como con el resto de las cosas, hay que soñar en grande, e ir creciendo ahí adentro.